miércoles, 30 de mayo de 2012

Toledo, siempre Toledo

España va impregnada en mi sangre. Nací escuchando los fandangos de mi abuelo y disfrutando su cocina, y desde el año 82 he tenido la suerte de cruzar el Atlántico una decena de veces para siempre remecerme cuando dicen "Bienvenidos a Madrid, este es el aeropuerto de Barajas" y sentir como si estuviera llegando a mi casa.
De España me gusta todo, disfruto de lo bueno, lo malo y lo feo. Disfruto de reencontrarme con mis familiares siempre recordando que son dos los besos del saludo, disfruto escuchar a los niños hablar tan como adultos, me pierdo en sus calles siguiendo olores que pronto se transforman en sabores y más tarde en recuerdos. España es para mí un lugar de búsqueda y de encuentros, de sorpresas, nostalgia y de historia.

Uno de los lugares que más me gustan es la ciudad de Toledo, será por lo cerquita que queda de Madrid (70 kms) o porque fue la primera ciudad amurallada que conocí cuando tenía 12 años, no lo sé, tengo el privilegio de haber recorrido sus angostas calles al menos en 6 oportunidades, en invierno y en verano, con sol, con lluvia, con mis padres, con mi hermano, con mi abuela, tambien con mi esposo, con mis primos, con mi hijo y con sobrinos y siempre, absolutamente siempre me hipnotiza capturando mi atención con mayores detalles que hubiesen sido imposible descubrir en una sola visita.
La UNESCO convirtió a Toledo en Patrimonio de la Humanidad el año 87, pero sus orígenes se remontan desde antes de su conquista romana en el 193 a.c.; Toledo es además conocida como «La ciudad Imperial» por haber sido la sede principal de la corte de Carlos I, pero para mí Toledo es como abrir un libro de historia y sumergirte en él, jugar a que cruzas cualquiera de sus entradas medievales  mientras te diviertes leyendo los azulejos que muestran el nombre de sus infinitas callejuelas estrechas. Cada vidriera exhibe las maravillosas espadas y joyas de artesanía de oro toledano que han adornado mi vida desde que tengo uso de razón y el turrón junto al mazapán que hacen las monjas de los distintos claustros perfuman intermitentemente sus calles haciendo agua mi boca hasta que logran oficialmente hacer que me rinda y entonces me entrego a su falta de misericordia.
Mi hijo quería conocer esta ciudad amurallada, yo le había contado un par de historias que no hacen justicia a lo que realmente ofrece así que finalmente, tras tomar el tren AVE desde Madrid, llegamos en menos de 40 minutos a una estación de trenes que más parece un museo que un lugar de tránsito de pasajeros. Allí mi prima y mis sobrinos nos esperaban para recorrerla.


Para empezar, decidimos rodear los muros y recorrer todos sus inmensos portones para entrar por la parte trasera de la ciudad, donde nos detenemos a mirar el Río Tajo que bordea sus laderas tonalizando de verde toda la vegetación que lo rodea. Quedarse ahí por un momento, mirando el río, las puntiagudas defensas de las entradas al pueblo y observar estas fortalezas es un momento único. Mientras yo pienso "cuanta gente pasó por acá, cuantas historias se llevaron a cabo en estas tierras", decidimos retratar el momento y entramos a descubrir qué nos tendrá preparado esta vez.
Innumerables iglesias muestran resabios de mezquitas y sinagogas debido a las constantes invasiones de cristianos, judíos y musulmanes que se dieron cita en esta localidad por siglos. Ahora, no puedo dejar de reparar en un detalle tétrico, como tantos de la iglesia: en un torreón divisamos centenares de esposas que resultan ser testimonio de todos los moros que fueron colgados hasta morir en cada uno de esos lugares. Ok, captamos el mensaje! y seguimos de largo impávidos sin intentar siquiera reparar en esa muestra de sufrimiento dantesco.  Recorremos primero el Monasterio de San Juan de los Reyes que cuenta con patios repletos de naranjos que comienzan a dar sus frutos tímidamente en mayo, y de pronto llegamos a la Iglesia de Santo Tomé, construcción del siglo XIV que alberga el famoso El entierro del Conde de Orgaz, de El Greco.
Acá la máquina del tiempo me juega una nueva pasada, y me dejo llevar. Ingreso con mi hijo y sin darme cuenta estoy acompañada de mis padres, me transporto a mi 12 años cuando la misma cantidad de gente se agolpaba frente a este tremendo mural. Y yo miraba las caras de mi padre que parecía extasiado con la obra, absorto por espacio de lo que para mí parecían horas. En eso mi madre tratando siempre de enseñarme algo me dice al oído " El Greco estuvo un poco loco y vivió un largo tiempo en un siquiátrico, por eso las caras las pinta así flacas y demacradas" y yo reparando en ese detalle siento una tremenda compasión  por el artista. Luego mi papá agrega "viste cómo fue capaz de pintar la gasa del traje?" y yo hago una gran diferencia entre el mirar que venía haciendo desde la entrada y por primera vez observo, con los ojos y el corazón, y ahora estamos todos embelesados mirando los detalles que parecen increíbles. Qué gozo siento de haber aprendido de mis viejos y ahora estar ahí con mi hijo, sin duda mis ojos se aguaron pero no de tristeza sino de gran orgullo y por eso simplemente rebalsaron lo que mi alma quería gritar. 
Nuestra última parada fue el Alcázar de Toledo una fortificación sobre rocas que en el siglo II fue un palacio romano. Durante la Guerra Civil (1936-39) fue utilizado por el entonces coronel sublevado José Moscardó como punto defensivo y de resistencia de la Guardia Civil y entonces fue destruido. En la actualidad alberga la Biblioteca de Castilla- La Mancha y guarda las colecciones del Museo del Ejército. Mi hijo que alucina con estrategias militares y uniformes, nos llevó en un paseo express que  nos permitió además admirar las colecciones más grandes de soldaditos de plomo de Europa (un imperdible) y un sinfin de rifles, escopetas y pistolas que reflejaban la historia bélica de España. 
Caminamos el día entero, hacia arriba, hacia el lado, en zig zag, sin rumbo, con mapa, con prisa, a veces con hambre y también con sosiego y creo que lo vimos todo, o quizás no y haya que volver una vez más, sólo una. Cansados pero empapados de sensaciones y nuevas historias comenzamos a bajar por unas interminables  escaleras mecánicas, los pies me laten y la sonrisa no me la despinta nadie. Por todo ello, es que cada vez que le preguntan a mi hijo qué es lo que más disfrutó de su viaje y nombra a Toledo como uno de esos destinos, vuelvo a recordar el sabor de un mazapán en mi boca y con ello endulzo nuevamente mis privilegiados recuerdos.



3 comentarios:

  1. estimada, que ciudad mas maravillosa que Toledo, sin duda es mi recuerdo mas bello de mi estadía en España, siempre me ha apasionado la época medieval y estar en Toledo fue una de las grandes experiencias de mi vida que volvería a repetir sin pensarlo 2 veces, describe perfectamente lo que siente estar ahí, en una ciudad un tanto tétrica que lo teletransporta a uno y nos hace creer que somos de ese tiempo, una recuerdo que tengo de mi visita a Toledo es una iglesia la que entre que tenía un subterráneo gigantesco, lleno de tumbas y cámaras secretas..... un saludo y por favor no deje nunca de escribir

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  2. Hay que perderse en Toledo!!! Es una maravilla!

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  3. que hermosas palabras, que hermosa aventura!!!!

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