jueves, 7 de junio de 2012

Florencia I : Desde Ermenegildo Zegna hasta EL pintor desconocido

Tengo miedo de escribir esta entrada, miedo porque estoy segura que no importa cuál sea el grado de inspiración en el que logre elevarme, nada le hará justicia a esos infinitos rincones mágicos de Florencia por eso quiero esclarecer que esta es MI experiencia, lo que nos tocó vivenciar, que sin duda, requerirá de mucho más enfoque y detalle, pero como no pretende ser publicidad ni  agencia de viajes..... acá comienzan entonces, mis recuerdos de Florencia.
Hace justo un año supe que, por trabajo, debía presentar un poster en una conferencia, en Florencia, Italia. Esa tremenda motivación me permitió preparar con tiempo miles de detalles anexos que la harían mucho más entretenida todavía, ya que había decidido viajar con mi hijo, como regalo de su graduación. Apenas tomamos el avión de Frankfurt a Florencia, se nota inmediatamente el ambiente más latino. Atrás queda la obediencia germana, ahora los hombres comienzan a verse más combinados y arreglados, quizás demasiado, y la gente es definitivamente más expresiva. Pronto, cuando nos avisan que el avión viene atrasado, un par de pasajeros explotan y gesticulan sin que su tono los despeine ni por un minuto, al contrario se ven atractivos. Uno de ellos destaca en particular, por su traje y digámoslo con todas sus letras: por rico.
Llegamos cerca de la medianoche a Florencia, el taxi recorre una ciudad pequeña cuyas luces pincelan dramatismo a la historia de sus monumentos, las motonetas aceleran su paso y muy pronto llegamos a la Piazza de Santa Maria Novella donde nuestro hotel se ubica en una esquina sin carteles ni avisos de ningún tipo." Imposible haber llegados solos" pienso aliviada.
A la mañana siguiente, mi hijo hojeando la revista del hotel, comienza a reirse y dice " mami,  este no es el tipo del avión?" y comienzo a reirme con él. El enojón (rico pero enojón) del avión era modelo oficial de Ermenegildo Zegna jajajajajajaja (Esta es la foto, perdonen lo poco).


Después de un desayuno donde los quesos abundaron en más de una decena de variedades tan indescriptibles como inolvidables, comenzamos a adentrarnos en una ciudad simplemente majestuosa que nos recibe con la imponente Catedral de Santa Maria del Fiore, de escenografía natural. Miro a mi hijo para ver si soy la única que lleva la boca abierta mientras el poder magnético del Domo nos atrae, sin titubeo, a esta maravilla gótica. Es la cuarta iglesia más grande del mundo,  comenzó a construirse a fines del 1200 y hoy reúne a hordas de gente de todas las edades, de todos los rincones del mundo queriendo retratarse junto a ella. Las colas para entrar serpentean todo su contorno y sin saber donde nos conduce, nos ubicamos en una de ellas, cualquiera, total da igual. De repente aparece una mujer ofreciendo pagar un par de euros extra para pasar directo a la Cúpula. De allá somos y esquivamos literalmente a miles de orientales que cuelgan tras sus cámaras de video y a grupos de adolescentes con cara de lata, evidentemente americanos. Y comenzamos a subir una escalera de piedra  angosta absolutamente infinita. Agradezco mis horas de gimnasio y ruego que haya una ventana para no desesperarme...y las hay., fiuu!. Todos subimos sin parar, nadie habla, solo se escuchan los jadeos propios de quienes comienzan a arrepentirse de cada pucho que se fumaron en su vida, pero todos seguimos, en fila, en silencio.
Y llegamos a la mitad. Uf...un par de estatuas nos permiten descansar, agarrar un nuevo aliento y seguir en caracol, cada vez más estrechos, cada vez con las piernas más cansadas. Finalmente tocamos techo, estamos dentro del símbolo de la ciudad,  la obra que el arquitecto Brunelleschi comenzó a construir en 1420 y que en su interior contempla un mural simplemente espectacular que yo veo tridimensionalmente, el que fue pintado por varios artistas inspirados por el Juicio Final, pero en este punto preferimos descender porque mi hijo sufre de vértigo y no estamos para andar desafiando esas alturas.
Es lo de menos, Florencia tiene maravillas en cada esquina, en cada rincón, lo que no te entra por la vista, te llega envuelto en un aroma que pronto no puedes resistir. Esta ciudad es un festival de sensaciones y se nota, su historia está impregnada en su gente, en su mesa, en su idioma.
Un poco abrumados mirando un mapa que tiene centenares de puntos de interés turístico, pensamos que lo mejor sería retribuir nuestro esfuerzo físico probando uno de los famosos gelattos, esos helados maravillosos que transforman los sabores en emociones y que lejos de refrescar, agitan el cuerpo entero, quizás producto del azúcar, quizás producto del lugar... y me acuerdo con una sonrisa nostálgica que cuando chica me refrescaba con unas bolsas plásticas con jugo que alguna señora amablemente metía en su freezer y vendía como helado. Linda época...
Seguimos sin dirección, abstraídos en nuestros gelattos y  reparamos en una vista que parece conocida, es el Ponte Vecchio, el famoso Puente Viejo de Florencia , el de los candados de amor eterno, lugar que existía antes del año mil y que el gran duque Ferdinando I destiná a los orfebres, quizás por ello, hoy está repleto de joyerías, además de muchísimos turistas. Lo mejor es caminarlo muy temprano, para evitar tumultos o mirarlo de lejos al atardecer donde se tiñe de tonos púrpura que a esa hora vienen de regalo con el cielo de la ciudad. (ojo la foto del atardecer no muestra el Ponte Vecchio)
Como la idea es reconocer terreno, simplemente estamos ubicándonos en el mapa, mi hijo volverá más tarde a profundizar lo que más pueda mientras yo esté en la conferencia y yo marcaré lo que realmente es un imperdible para mis gustos y lo cubriré antes de partir. Por eso, seguimos caminando, siguiendo obedientemente las señaléticas que dicen "Galeria Uffizi". El paseo es obvio, el mar humano nos conduce directo y mi hijo parte impulsado a sacar fotos mientras yo me quedo  pegada mirando a este artista un tanto andrógino, quien junto a una treintena de otros hombres y mujeres que han elegido Florencia para trabajar con su inspiración, captó toda mi atención. Su sensibilidad me impidió seguir, admiré su trabajo en silencio mientras él, con total indefensión se rendía ante su tela. Probablemente no escuchaba, ni veía a nadie, sólo creaba y yo me quedé cerca de él, enamorada de su vibra. Me mantuve absolutamente embobada cerca de media hora, me emociono de  pensar que tuve el privilegio de compartir, de manera invisible, con este ser tan inmensamente grande, sin dejar de cuestionarme el que probablemente en ese mismo lugar algunos siglos atrás Donatello, Miguel Angel o Leonardo Da Vinci en su época, también dejaron a más de alguna persona absolutamente absorta. Gracias Dios mío por esa sensación, sin duda la prueba más tangible de creación de arte que he presenciado en mi vida.



miércoles, 30 de mayo de 2012

Toledo, siempre Toledo

España va impregnada en mi sangre. Nací escuchando los fandangos de mi abuelo y disfrutando su cocina, y desde el año 82 he tenido la suerte de cruzar el Atlántico una decena de veces para siempre remecerme cuando dicen "Bienvenidos a Madrid, este es el aeropuerto de Barajas" y sentir como si estuviera llegando a mi casa.
De España me gusta todo, disfruto de lo bueno, lo malo y lo feo. Disfruto de reencontrarme con mis familiares siempre recordando que son dos los besos del saludo, disfruto escuchar a los niños hablar tan como adultos, me pierdo en sus calles siguiendo olores que pronto se transforman en sabores y más tarde en recuerdos. España es para mí un lugar de búsqueda y de encuentros, de sorpresas, nostalgia y de historia.

Uno de los lugares que más me gustan es la ciudad de Toledo, será por lo cerquita que queda de Madrid (70 kms) o porque fue la primera ciudad amurallada que conocí cuando tenía 12 años, no lo sé, tengo el privilegio de haber recorrido sus angostas calles al menos en 6 oportunidades, en invierno y en verano, con sol, con lluvia, con mis padres, con mi hermano, con mi abuela, tambien con mi esposo, con mis primos, con mi hijo y con sobrinos y siempre, absolutamente siempre me hipnotiza capturando mi atención con mayores detalles que hubiesen sido imposible descubrir en una sola visita.
La UNESCO convirtió a Toledo en Patrimonio de la Humanidad el año 87, pero sus orígenes se remontan desde antes de su conquista romana en el 193 a.c.; Toledo es además conocida como «La ciudad Imperial» por haber sido la sede principal de la corte de Carlos I, pero para mí Toledo es como abrir un libro de historia y sumergirte en él, jugar a que cruzas cualquiera de sus entradas medievales  mientras te diviertes leyendo los azulejos que muestran el nombre de sus infinitas callejuelas estrechas. Cada vidriera exhibe las maravillosas espadas y joyas de artesanía de oro toledano que han adornado mi vida desde que tengo uso de razón y el turrón junto al mazapán que hacen las monjas de los distintos claustros perfuman intermitentemente sus calles haciendo agua mi boca hasta que logran oficialmente hacer que me rinda y entonces me entrego a su falta de misericordia.
Mi hijo quería conocer esta ciudad amurallada, yo le había contado un par de historias que no hacen justicia a lo que realmente ofrece así que finalmente, tras tomar el tren AVE desde Madrid, llegamos en menos de 40 minutos a una estación de trenes que más parece un museo que un lugar de tránsito de pasajeros. Allí mi prima y mis sobrinos nos esperaban para recorrerla.


Para empezar, decidimos rodear los muros y recorrer todos sus inmensos portones para entrar por la parte trasera de la ciudad, donde nos detenemos a mirar el Río Tajo que bordea sus laderas tonalizando de verde toda la vegetación que lo rodea. Quedarse ahí por un momento, mirando el río, las puntiagudas defensas de las entradas al pueblo y observar estas fortalezas es un momento único. Mientras yo pienso "cuanta gente pasó por acá, cuantas historias se llevaron a cabo en estas tierras", decidimos retratar el momento y entramos a descubrir qué nos tendrá preparado esta vez.
Innumerables iglesias muestran resabios de mezquitas y sinagogas debido a las constantes invasiones de cristianos, judíos y musulmanes que se dieron cita en esta localidad por siglos. Ahora, no puedo dejar de reparar en un detalle tétrico, como tantos de la iglesia: en un torreón divisamos centenares de esposas que resultan ser testimonio de todos los moros que fueron colgados hasta morir en cada uno de esos lugares. Ok, captamos el mensaje! y seguimos de largo impávidos sin intentar siquiera reparar en esa muestra de sufrimiento dantesco.  Recorremos primero el Monasterio de San Juan de los Reyes que cuenta con patios repletos de naranjos que comienzan a dar sus frutos tímidamente en mayo, y de pronto llegamos a la Iglesia de Santo Tomé, construcción del siglo XIV que alberga el famoso El entierro del Conde de Orgaz, de El Greco.
Acá la máquina del tiempo me juega una nueva pasada, y me dejo llevar. Ingreso con mi hijo y sin darme cuenta estoy acompañada de mis padres, me transporto a mi 12 años cuando la misma cantidad de gente se agolpaba frente a este tremendo mural. Y yo miraba las caras de mi padre que parecía extasiado con la obra, absorto por espacio de lo que para mí parecían horas. En eso mi madre tratando siempre de enseñarme algo me dice al oído " El Greco estuvo un poco loco y vivió un largo tiempo en un siquiátrico, por eso las caras las pinta así flacas y demacradas" y yo reparando en ese detalle siento una tremenda compasión  por el artista. Luego mi papá agrega "viste cómo fue capaz de pintar la gasa del traje?" y yo hago una gran diferencia entre el mirar que venía haciendo desde la entrada y por primera vez observo, con los ojos y el corazón, y ahora estamos todos embelesados mirando los detalles que parecen increíbles. Qué gozo siento de haber aprendido de mis viejos y ahora estar ahí con mi hijo, sin duda mis ojos se aguaron pero no de tristeza sino de gran orgullo y por eso simplemente rebalsaron lo que mi alma quería gritar. 
Nuestra última parada fue el Alcázar de Toledo una fortificación sobre rocas que en el siglo II fue un palacio romano. Durante la Guerra Civil (1936-39) fue utilizado por el entonces coronel sublevado José Moscardó como punto defensivo y de resistencia de la Guardia Civil y entonces fue destruido. En la actualidad alberga la Biblioteca de Castilla- La Mancha y guarda las colecciones del Museo del Ejército. Mi hijo que alucina con estrategias militares y uniformes, nos llevó en un paseo express que  nos permitió además admirar las colecciones más grandes de soldaditos de plomo de Europa (un imperdible) y un sinfin de rifles, escopetas y pistolas que reflejaban la historia bélica de España. 
Caminamos el día entero, hacia arriba, hacia el lado, en zig zag, sin rumbo, con mapa, con prisa, a veces con hambre y también con sosiego y creo que lo vimos todo, o quizás no y haya que volver una vez más, sólo una. Cansados pero empapados de sensaciones y nuevas historias comenzamos a bajar por unas interminables  escaleras mecánicas, los pies me laten y la sonrisa no me la despinta nadie. Por todo ello, es que cada vez que le preguntan a mi hijo qué es lo que más disfrutó de su viaje y nombra a Toledo como uno de esos destinos, vuelvo a recordar el sabor de un mazapán en mi boca y con ello endulzo nuevamente mis privilegiados recuerdos.



jueves, 24 de mayo de 2012

Por la Ruta del Quijote


Hasta hoy, sin duda, muchos aún no concuerdan para reconocer los lugares específicos que sirvieron de inspiración para que Miguel de Cervantes escribiera las aventuras de "El Ingenioso Hidalgo de Don Quijote", sin embargo cualquiera que haya sido la ruta que imaginó, parece que la mayoría de las aventuras se dan cita en el actual territorio de Castilla-La Mancha. Gracias a las infinitas e incansables coordinaciones de mi prima Marisa, mi hijo y yo pudimos recorrerlo en extenso partiendo por la hermosísima ciudad amurallada de Toledo, que tendrá una entrada aparte, no sólo porque la merece, sino porque es un capítulo muy importante de mi viaje y de mi conexión con España.
Allá vamos entonces... salimos desde Retuerta del Bullaque muy temprano, el clima amenazante con un cielo tapizado de nubes grises y blancas no nos detuvo, por el contrario, y una vez tuvimos los bocadillos y bebestibles dentro del auto, todos los viajeros aseguramos cinturones y partimos tras una huella que atravesaba los campos manchegos por donde decenas de toros pastan ingenuos hasta tener el peso suficiente para ser finalmente desafiados por un torero y su traje de luces. "Estos son de Ortega Cano" dijo mi prima, mientras yo los imaginaba en un primer plano entrando agitados a un ruedo, a la vez que una Rocío Jurado entonaba "ese hombre que tu ves ahí" en alguna parte más profunda de mi cabeza. (Conexiones y trucos que hacen mis neuronas, nada en qué detenerse con mayor profundidad)
La senda era generosa y nos regalaba innumerables rotondas, unas praderas de colores verdes intensos que contrastaban con un arcillosa tierra de alcornoques (el árbol de donde se obtiene el corcho) enteros y podados. Al final de la sierra, se apreciaba el que ahora sé que se denomina Cerro Calderico, donde comienzan tímidamente a vislumbrarse los molinos. Sin duda, estamos llegando a Consuegra (vaya nombre).
Consuegra es un pueblito pequeño, donde se encuentran 12 molinos de vientos, típicos de La Mancha y probablemente los que se encuentran mejor conservados, junto a los cuales se ubica el Castillo de La Muela construido entre los siglos X al XIII, esos años que para nosotros los chilenos son tan difíciles de comprender y asimilar. Apenas llegamos nos vislumbra la vista de estos molinos bautizados con ingeniosos nombres que cobran vida en El Quijote ( El Sancho, El Rucio, El Bolero y el Chispas, solo por nombrar algunos) y obviamente entramos a uno de los cuatro que todavía conservan la maquinaria de esas épocas. Desde allí comprendo que el azul que en Chile conocemos como "paquete de velas", es en realidad el azul de esta región de La Mancha, el que resalta aún más cuando es contrastado con el blanco que ahora ilumina un sol maravilloso que recibimos con gratitud sobre nuestras espaldas. Subimos y bajamos senderos rodeando estos maravillosos molinos, a la vez que nos acercamos cada vez más al Castillo. Mi hijo y sobrino van respondiendo las preguntas que mi prima en formato de trivia les hace sobre El Quijote. " Como se llamaba el burro de Sancho?" dice ella mientras los primos responden dubitativamente "mmm no es Rocinante mmmm, Rucio!" y yo muero de verguenza por no recordar con nitidez el episodio de los molinos. (Usted tampoco? no se preocupe, gracias a las maravillas de internet le dejo ese VIII capitulo en este link en caso que desee recordar esas peleas en las cuales el Quijote creía pelear con gigantes http://www.elmundo.es/quijote/capitulo.html?cual=8  )
Así, sin darnos cuenta recorro todos los recovecos del Castillo La Muela, me sorprende ver que unos niños pequeños con vestimentas medievales se encuentran recorriendo y protagonizando alguna obra literaria mientras su guía, vestida de manera similar, los acompaña en cada minuto informándolos sobre la historia del lugar. "Así, yo también habría aprendido historia", pienso mientras recuerdo a uno de mis ex profesores que entonces actuaba como un resentido social con nosotros y que nunca nos dedicó un minuto de su escasa vocación. ( Que ironía, ahora que recuerdo su apellido es muy ad hoc a esta ruta del Quijote, como olvidarte Sr. Toledo ; )
Nuestro próximo destino Puerto Lápice, pueblo de 1.000 habitantes que en los 1500s sólo constaba de algunas posadas(ventas) para hospedaje de los caminantes. Es ahi, en  el siglo XVI  cuando, Cervantes describe este lugar, y donde un trastornado Quijote vive muchas de sus aventuras en una posada y, por supuesto, entramos en una de ellas, la que se supone es la locación inspiradora del capítulo donde al Quijote lo nombran Caballero. Hermoso lugar, lleno de azulejos y objetos campestres que acá son usados de decoración, algunos locales ofrecen el producto de la zona: el aceite de oliva que si no pesara tanto me habría traído en chuicas. Ya era hora, decidimos detenernos y almorzar. Uf, los recuerdos de esa tortilla de patatas que Faustino, el esposo de mi prima, preparó para nosotros, me produce muchísima nostalgia... Mientras mastico lentamente saboreando tan majestuosa mezcla de sabores leo el nombre de un restaurant frente a la plaza: "Aldonsa". Ante la imposibilidad de hablar con mi boca llena y ya que llevamos 3 semanas conviviendo con mi hijo, él me interpreta y me responde lo que quiero saber "ese es el verdadero nombre de Dulcinea", me explica, mientras logro tragar las últimas papas cuyo sabor aún puedo recordar tridimensionalmente (les pasa que pueden recordar algo con sus olores?) . "Pucha que sabe wevás mi hijo" me digo con autocomplacencia.

Ultima parada, Tembleque. ( A esta altura los nombres que escucho ya no me sorprenden y de hecho, me hacen más fácil el recordar detalles de nuestra travesía). Tembleque fue romanizada en el 193 a.c. (si ANTES de Cristo) y nos dirigimos al punto de máximo interés turístico de la ciudad, si no el único, su Plaza Mayor. Esta construcción fue diseñada para cumplir una doble función, la urbanística y centro de la vida de la población y la de plaza de toro. A mi me parecía increíble imaginar lo precario del lugar y cómo 4 tablas probablemente separaban los toros y el público. Siento una gran felicidad de estar en esa plaza ahora que está vacía y que podemos escuchar a mis sobrinos jugar y reirse en los juegos contiguos a la iglesia del pueblo. No hay un alma extra, solo nosotros y me pongo a caminar en círculos en la tierra....y de repente evoco cuando tenía como 16 años y recuerdo muy vívido el caminar, también en círculos, por mi sala de clases tratando de memorizar la primera página del famoso e interminable libro del Quijote. " En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme..." partía con inspiración, sin pensar que 25 años después llegaría a España con mi hijo que ahora tiene esa edad y recorreríamos juntos la Ruta del Quijote mientras escribíamos nuestra propia historia.

jueves, 17 de mayo de 2012

Cosillas curiosas (pruebas de confianza, amor eterno, condones y demases)

Soy una persona observadora, me gusta notar detalles y captar las diferencias entre un lugar y otro, las distintas razas, climas y personalidades. Me gusta ver y vivenciar esas diferencias, no me guío porque me digan "no vayas a esto porque es así", porque por lo general prefiero verlo y juzgarlo yo misma. Soy de las que gozan con viajar y entrar inmediatamente a un supermercado sólo para deleitarme con lo diferentes que pueden ser los fósforos, los shampoo y claro los billetes, me encanta esa sensación!!
Por eso, en esta entrada quise expresar las cosas que llamaron mi atención, ya sea porque antes jamás lo ví o quizás lo ví pero no lo observé y quise compartirlo con ustedes porque me pareció interesante.
Partamos por Alemania, sin duda un país de la perfección donde todo funciona, todo está limpio y existe el respeto por sí mismo y por el otro. Primer detalle: la prueba de confianza. Los miles de pueblitos y villorios que están repletos de castillitos, ventanas y encajes tienen callejuelas de piedra que hacen del estacionamiento un lugar escaso. Por ello las calles dicen claramente "Estacionamiento gratis por 1 hora", por ejemplo. Y entonces uno, como chofer alemán, claro está, saca un aparatito de su auto donde deja constancia de la hora en que llegó, lo pone en un lugar visible para el inspector, que puede pasar, y se va, volviendo con seguridad antes de la hora. Y si uno es chofer chileno digo yo? le darían ganas de poner otra hora y hacerse el vivo? no sé, dejo la inquietud, yo no manejé así que estoy libre de pecado pera acá va la foto del indicador de hora que todos los autos tienen.

En ese mismo país noté que habían muchas decoraciones en la puerta de cada negocio, las encontraba lindas y decorativas y antes las había visto en Suiza, pero ahora aprendí que son un aviso de lo que venden o de lo que ofrecen dentro. Por ejemplo acá vendían cecinas (pobre chanchito) y vino, algo que si traducimos en nuestra cultura pop sería como el pizarrón que dice " El rey de la Longaniza"?,  no lo sé pero pensé que era un hermoso detalle de compartir.


La nota romántica la ví en Heidelberg, donde por primera vez me fijé en estos curiosos candados, mi hijo me contó que la tradición se inició en el Ponte Vecchio en Florencia, Italia donde los enamorados se juraban amor eterno y cerraban el candado lanzando la llave al río para que nunca nadie en la vida abriera esa promesa. Y es cierto, los candados nos siguieron por Alemania e Italia en cada puente que cruzamos, ay el amorsh!


Cruzando a Francia fuimos recibimos con una rica comida y un día soleado espectacular  pero en sus callecitas, me sorprendió esta maquinita, era una expendedora de condones, así mismo, sin cortinas, sin tabúes, sin que el tipo de la farmacia te alcance a mirar con ojos burlones, fácil y bonito, en pleno centro, en plena calle. Mitch!


La bella Italia....un detalle que era risa recurrente en nosotros, es que en Italia, está prohibido todo, absolutamente todo. La palabra Vietato aparece desde que bajamos en la estación y empezó a bombardearnos a medida que nos adentramos en la ciudad, Vietato alimentar a las palomas, Vietato sentarse en la Plaza San Marcos, Vietato sacar fotos, Vietato comer en el pasto, pero qué es lo más chistoso? es que esta tierra no era Alemania, y acá nadie hacía caso. Uno veía el cartel que decía Vietato estacionarse acá y estaba repleto de autos y motos, Vietato fumar por allá y parecía chimenea, muy gracioso, de muestra un botón de cómo una cultura grafica a su gente.
Finalmente la nota freak, en Italia por supuesto. Me encanta el turismo, los animales y las curiosidades, pero este perro gondolero en Venecia, no será musho?

martes, 15 de mayo de 2012

Reconciliada con Venecia

Venecia se veía tan lejana en este viaje.... Ni siquiera era una primera opción para mí. Y esto, porque cuando la visité junto a mis padres, abuela y hermano hace 30 años atrás la encontré horrenda. Tenía un hedor fétido producto de la humedad, el frío era intenso y eso de desplazarse en botecito fue en aquella época más bien una lata. Recordaba eso sí haber visto cómo soplaban el vidrio de Murano creando hermosas botellas y hasta lámparas, recordaba los disfraces y antifaces, porque habíamos ido en época de carnaval y como todo no fue tan adolescentemente negativo, algo quedaba de nostalgia en mi memoria: el famoso Puente de los Suspiros que une el Palacio Ducal con la antigua prisión de la Inquisición, cruzando el Rio Di Palazzo, eso me había cautivado.
Y ahí estábamos con mi hijo, tomamos un tren dormitorio desde Roma que era una cabina con cuatro camas en literas donde uno entraba a duras penas y donde mezquinamente un señor pasaba repartiendo apenas unas almohadas, jugos y unas pantuflas con tan poco glamour que me recordó las películas carcelarias, triste. Frazadas? jajajaja eso costaba probablemente 30 euros más. Lo que es peor, yo asumí que el único destino del tren sería Venecia y pensaba dormir a pata suelta, pero la lesera iba parando cada 40 minutos en alguna estación que nunca era anunciada, o sea si nos quedábamos dormidos despertaríamos probablemente en Austria, así que ni modo, le dije a mi hijo que durmiera tranquilo y yo pegué sólo el ojo derecho y apenas. A las 5:30 llegamos a Padova y por la hora calculé que debíamos estar llegando, así que lo desperté y empezamos a preguntar cuando bajarnos porque al igual que la canción de la muda, TrenItalia "nunca dijo nada".
Congelada, comienzo a ponerme capas interminables de ropa y bajamos a las 5:45 en la estación Venezia Santa Lucía, la oscuridad no nos impedía ver que llegábamos a un lugar con mucha agua y el reflejo de las luces amarillentas ahuyentaba mis miedos lógicos de turista perdida. Tomo mi mapa del hotel y leo en voz alta "hay que tomar el vaporetto 1" y apenas salimos de la estación de trenes nos enfrentamos con varios muelles todos numerados indicando estaciones para ambos lados, pero al igual que las caras cuando uno es nuevo en un lugar, todas las letras parecían intimidarme y el frío traspasaba mis botas. "Ay que mierda estoy haciendo acá pensaba yo, mientras añoraba mi camita y el abrazo tibio de mi marido que mantiene siempre mis patitas abrigadas". Por fin llega un bote, y como ya habíamos perdido dos, subimos sin preguntar. Empezaba a amanecer y los colores violetas se reflejaban en las cúpulas y edificios que rodeábamos lentamente en dirección sur....o norte?.... "Bienvenido a Venecia" le digo a mi hijo cuando ya aclaraba y las góndolas comenzaban a distinguirse, aparcadas junto a unas estacas blancas con líneas rojas. "Mamá es hermoso", me dijo, mientras yo comienzo a sentir que todo vale la pena y mis piececitos recobran calor. Nos bajamos del vaporetto y sigo mapa en mano, "el hotel está a 150 metros", digo como alentándonos a seguir, mientras pienso que aunque mínima, no lograré identificar esa distancia ni nada con este insomnio y este frío. Es la vida del turista ; ) 
La llave de nuestra habitación nos permite una vista espectacular al canal, todavía no son ni las 7 de la mañana y lo logramos, estamos en Venecia. "Durmamos, por favor, o voy a encontrar todo feo de nuevo" le digo con tono de vieja chancluda a mi hijo, quien obediente de mi genio se mete a su cama sin chistar. A los dos minutos estoy roncando.
El sol nos invita a salir, el agua es celeste y limpia, sin olores y lo estoy encontrando lindo. Estoy tan contenta que me esté gustando que no sé si comer o ir a la Plaza San Marcos, pero como no voy sola, gana la mandibula batiente de mi hijo y ahí estamos mirando a la gente pasar mientras una pizza marinera y un vino nos ayuda a tomar el día por las astas. 
Wikipedia lo describe como "una construcción barroca del siglo XVII que da acceso a los calabozos del palacio y que debe su nombre a los suspiros de los prisioneros que, desde aquí, veían por última vez el cielo y el mar".  Pero esa definición no describe en absoluto lo que se siente, lo que yo sentí en ese lugar. Cuánta gente caminó por ese puente y tuvo esa vista de Venecia como último cuadro antes de morir? Qué hubiese pensado yo si esa fuera la última vista que se me otorga?
Sin duda Venecia es mágica y uno de mis suspiros más grandes quedaron ahí, en el puente, consolando a  todos los que caminaron obligados cuando nadie se detuvo a observarlos como yo.

jueves, 10 de mayo de 2012

La comida ñam ñam

Pensé que era muy justo comenzar hablando del importante rol que cumple la comida cuando uno está de viaje. Claro, dependiendo el destino, uno se puedo frotar las manos para probar algo rico, en la cuna de su origen, o bien prepararse de antemano para comer con los ojos cerrados si la cultura es muy distinta y uno no quiere saber qué es lo que debe engullir para sobrevivir. La comida puede llegar a estresarnos cuando pensamos que al desconocer las condiciones de manipulación, puedes enfermarte con ella e incluso en los peores casos, puedes morir de inhanición porque puede ser muy cara y sólo llegas a mirarla por las vitrinas e imaginarte lo bien que sentaría en tu guatita ; (
En fin, como provengo de familia de buenos comensales sibaritas (nieta de banquetero español), para mí la comida no es un trámite sino que forma parte del cuadro entero que uno más tarde conforma en sus recuerdos y por ello visitar Europa con especial detención en Italia tenía mucho de ese frotar de manos del que ya les hablaba.
Saliendo de Chile, uno come lo que le sirvan en el avión, pero esa comida es más que nada para matar tiempo y te entretienes mascando lo que venga sin mayor derecho a opción que el popular "chicken o meat" que te ofrece la azafata con una amplia sonrisa. Luego si el viaje es largo, cuando te sirven el desayuno, la bandejita te alegra más que nada porque sabes que vas llegando, así que da igual que el café tenga sabor a termo o que la omelette sea de huevos falsos, todo se acepta con agradecimiento.
Llegando a Alemania, nuestros jugos gástricos comenzaron a detectar la presencia de la buena mesa, el aroma de los pretzels recién horneados eran reconocidos por mis enzimas y la variedad maravillosa de panes de todos colores, salpicados de semillas y granos de todos los tipos me hacían sonreir. Pronto, las salchichas o mejor dicho las wurst aparecían en mi plato y con el frío reinante venían a cumplir el perfecto rol de mantenerme alejada de la hipotermia. Punto aparte merece la cerveza que en todas sus variedades y espesores era bienvenida en cada minuto, más como un plato aparte que como quita sed. Una delicia probablemente fermentada en calorías, pero en Deutschland no hay que dejar de probarla ya que no tiene comparación con los fanta shop que yo suelo hacerme en días de mucho calor : ) En Alemania, nos hospedó una queridísima amiga, Tania, ex compañera de colegio, quien por causas del corazón lleva 20 años viviendo cerca de Frankfurt, así que ella es la culpable de todas estas tentaciones, las que cuando pensamos estaban cubiertas llegaban recién a su cierre con el gran final. Su suegra, una típica Oma canosita de ojos claros y abrazos cálidos nos esperaba a tomar onces. Cómo puedo explicar los olores, sabores y texturas que habían en esa mesa. Cuatro kuchen de todo tipo me guiñaban el ojo reprochando mi operación de manga gástrica ja. Danke schön por esa experiencia, no podré jamás jactarme de cocinar un queque en mi vida NUNCA MAS!
Seguimos a Italia, el clima mejoraba pero el olor a hornos de leña nos perseguían sin piedad, pizza cuatro fromaggio (4 quesos) o la margherita tradicional, nos dejaban poco tiempo para probar un calzone con salames de distintos sabores y picores. La mejor parte fue cuando mi hijo pidió lasagna y me dijo con su amor ciego que estaba muy parecida a las que yo preparo ; ) mientras tanto,  yo me aseguraba de llegar con espacio para deleitarme con un tiramisú de postre y él hacía sus mejores esfuerzos para terminar con un gelatto, que para alguien como yo que no muere por los helados, debo admitir que eran del one!! Nada se compara a entrar a una Trattoria en Venecia, y mientras juegas con un vino de casa en tu boca, esperas que tu pizza se dore en un forno que impregna de esos olores a tu masa recién hecha por alguna nonna quien se ha encargado de rociar un verdadero festival de quesos que no logras distinguir en tu paladar. Simplemente bravo!!
España, bendita tierra. Con la vista de la Plaza Mayor de Madrid que se asoleaba tímidamente tras la lluvia, compartí la primera sangría y la primera paella de nuestra estada. Simplemente sin palabras, de hecho comienzo a salivar sólo de pensar en ello. A eso le siguió una pasada de infinitas tortillas de patatas, croquetas, bocadillos de jamón, papas alioli , turrón toledano y Oh my God...redoble de tambores: churros con chocolate para el frío. Creo que desde entonces me reconcilié con el frío. El crujir de unos churros y porras (churros un poquito más grande de esos que acá en Chile usamos para rellenar con manjar) en tu boca adobados en un chocolate espeso, aromático y tibio que te sonrosa de inmediato las mejillas, es la experiencia más cercana al cielo que en materia culinaria uno puede experimentar. De hecho creo que morí cuando las probé.
En fin, la comida en el viaje merecía un punto aparte, porque es preparada por la gente, por su gente, tiene historia, tradiciones y muchos secretos de familia. En ella se comparte amistad, cariño y por supuesto muchísimos recuerdos. Espero que las fotos que adjunto les impregnen aunque sea un poquito del sello de cada localidad que recorrimos y de cada momento en el que dijimos " Puta la weá pa´rica!!"

martes, 8 de mayo de 2012

El regreso

No me lo esperaba, pero así fue...el viaje tuvo serios problemas de conexión, no sé si fueron los hoteles los rascas o la falta de tiempo, pero definitivamente la banda de internet no era muy ancha y costaba años subir fotos de nuestra peripecia, por eso boté todas mis ganas escribanas y puse mi sensibilidad a flor de poros solamente para sentir y apreciar con mis 8 sentidos (si 8) todo lo que pasaba por mis ojos. Por eso este blog será un poco patas pá rriba o a contra pelo, pero acaso no lo es casi todo en mi vida?
Bueno comienzo con el regreso, esa sensación exquisita que te invade cuando ya divisas el avión LAN que en la puerta te espera con diarios CHILENOS y por fin escuchas el acento que te identifica. En ese minuto no importa que te falten 14 horas de vuelo, porque sabes que de alguna forma u otra, el próximo aterrizaje será en Chile, mierda.
Y te acojinas en el asiento, luego viene el pichicateo para dormir su poco, ya los botones de la pantalla de las películas del avión pasan a tercer plano porque te has cansado de mirar cuanto falta en el mapita para aterrizar pero ahí están, aparecen de repente después del anaranjado del amanecer, son las montañas de Los Andes que te saludan como reconociendo tu pasaporte. "Llegaste jetona", parecen decirte! y yo, claro, me emociono y lagrimeo.
Sólo un par de horas más tarde a punto de aterrizar en casita, mi hijo me agradece el viaje, y vuelvo a emocionarme porque sé que lo hace de corazón y sobretodo porque sé aún más a ciencia cierta, que su agradecimiento más profundo vendrá cuando yo ya no esté a su lado y sepa que nuestro viaje fue un regalo que nos dio Dios para conectarnos mejor que nunca, para enseñarme a soltar ahora que pronto sale del colegio y nuevamente emigra del nido pero sobretodo porque fue un regalo de recuerdos que nos mantendrán unidos para siempre.
Las ruedas de las maletas parecen perseguirme pidiendo clemencia y ya puedo divisar a los mios. Mi hija y mi marido, que parecen de algun modo distintos, y no me importa nada y cruzo el ventanal para besarlos y abrazarlos, cuanto quería este abrazo, cuanto quería este momento!
Apenas llegados vamos directo a dejarle flores a mi viejo y a mi abueli, ellos, nuestros ángeles guardianes a quienes sentí protectores durante todo el viaje, ellos merecen esas rosas, ellos merecen todo, absolutamente todo.
Se abren las maletas y salen los regalos, y voy sintiendo el olor de mi cama, de mi jardín que parecía haberse quedado congelado desde que me fui, mis gatos ahora me miran desconcertados y el perro se altera de felicidad. Llegamos!
Mi hijo parte a conectarse con banda ANCHA, desesperado en menos de 1 hora ya tiene panorama..al cine!!! "cómo lo haces?" le pregunto, "vienes sentado hace 15 horas y te vai a sentar de nuevo?" en fin, juventud divino tesoro, el feliz se ducha y parte.
Yo ordeno, casi compulsivamente meto la ropa sucia a lavar y me interno en el baño, en mi ducha, mis toallas y en mi hogar. Estoy en casa, hogar dulce hogar, acá pertenezco y acá creo mi historia.