martes, 15 de mayo de 2012

Reconciliada con Venecia

Venecia se veía tan lejana en este viaje.... Ni siquiera era una primera opción para mí. Y esto, porque cuando la visité junto a mis padres, abuela y hermano hace 30 años atrás la encontré horrenda. Tenía un hedor fétido producto de la humedad, el frío era intenso y eso de desplazarse en botecito fue en aquella época más bien una lata. Recordaba eso sí haber visto cómo soplaban el vidrio de Murano creando hermosas botellas y hasta lámparas, recordaba los disfraces y antifaces, porque habíamos ido en época de carnaval y como todo no fue tan adolescentemente negativo, algo quedaba de nostalgia en mi memoria: el famoso Puente de los Suspiros que une el Palacio Ducal con la antigua prisión de la Inquisición, cruzando el Rio Di Palazzo, eso me había cautivado.
Y ahí estábamos con mi hijo, tomamos un tren dormitorio desde Roma que era una cabina con cuatro camas en literas donde uno entraba a duras penas y donde mezquinamente un señor pasaba repartiendo apenas unas almohadas, jugos y unas pantuflas con tan poco glamour que me recordó las películas carcelarias, triste. Frazadas? jajajaja eso costaba probablemente 30 euros más. Lo que es peor, yo asumí que el único destino del tren sería Venecia y pensaba dormir a pata suelta, pero la lesera iba parando cada 40 minutos en alguna estación que nunca era anunciada, o sea si nos quedábamos dormidos despertaríamos probablemente en Austria, así que ni modo, le dije a mi hijo que durmiera tranquilo y yo pegué sólo el ojo derecho y apenas. A las 5:30 llegamos a Padova y por la hora calculé que debíamos estar llegando, así que lo desperté y empezamos a preguntar cuando bajarnos porque al igual que la canción de la muda, TrenItalia "nunca dijo nada".
Congelada, comienzo a ponerme capas interminables de ropa y bajamos a las 5:45 en la estación Venezia Santa Lucía, la oscuridad no nos impedía ver que llegábamos a un lugar con mucha agua y el reflejo de las luces amarillentas ahuyentaba mis miedos lógicos de turista perdida. Tomo mi mapa del hotel y leo en voz alta "hay que tomar el vaporetto 1" y apenas salimos de la estación de trenes nos enfrentamos con varios muelles todos numerados indicando estaciones para ambos lados, pero al igual que las caras cuando uno es nuevo en un lugar, todas las letras parecían intimidarme y el frío traspasaba mis botas. "Ay que mierda estoy haciendo acá pensaba yo, mientras añoraba mi camita y el abrazo tibio de mi marido que mantiene siempre mis patitas abrigadas". Por fin llega un bote, y como ya habíamos perdido dos, subimos sin preguntar. Empezaba a amanecer y los colores violetas se reflejaban en las cúpulas y edificios que rodeábamos lentamente en dirección sur....o norte?.... "Bienvenido a Venecia" le digo a mi hijo cuando ya aclaraba y las góndolas comenzaban a distinguirse, aparcadas junto a unas estacas blancas con líneas rojas. "Mamá es hermoso", me dijo, mientras yo comienzo a sentir que todo vale la pena y mis piececitos recobran calor. Nos bajamos del vaporetto y sigo mapa en mano, "el hotel está a 150 metros", digo como alentándonos a seguir, mientras pienso que aunque mínima, no lograré identificar esa distancia ni nada con este insomnio y este frío. Es la vida del turista ; ) 
La llave de nuestra habitación nos permite una vista espectacular al canal, todavía no son ni las 7 de la mañana y lo logramos, estamos en Venecia. "Durmamos, por favor, o voy a encontrar todo feo de nuevo" le digo con tono de vieja chancluda a mi hijo, quien obediente de mi genio se mete a su cama sin chistar. A los dos minutos estoy roncando.
El sol nos invita a salir, el agua es celeste y limpia, sin olores y lo estoy encontrando lindo. Estoy tan contenta que me esté gustando que no sé si comer o ir a la Plaza San Marcos, pero como no voy sola, gana la mandibula batiente de mi hijo y ahí estamos mirando a la gente pasar mientras una pizza marinera y un vino nos ayuda a tomar el día por las astas. 
Wikipedia lo describe como "una construcción barroca del siglo XVII que da acceso a los calabozos del palacio y que debe su nombre a los suspiros de los prisioneros que, desde aquí, veían por última vez el cielo y el mar".  Pero esa definición no describe en absoluto lo que se siente, lo que yo sentí en ese lugar. Cuánta gente caminó por ese puente y tuvo esa vista de Venecia como último cuadro antes de morir? Qué hubiese pensado yo si esa fuera la última vista que se me otorga?
Sin duda Venecia es mágica y uno de mis suspiros más grandes quedaron ahí, en el puente, consolando a  todos los que caminaron obligados cuando nadie se detuvo a observarlos como yo.

8 comentarios:

  1. que qué pienso???que sólo tu puedes hacer que me transporte a 1986 y me vea en los mismos trenes recorriendo Europa!!

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  2. Qué rico, así te animas y llevas pronto a tus maravillas! verles la cara cuando ven algo que tantas veces vieron en los libros es una satisfacción total.

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  3. Buen dato y mas aun si te reconciliaste con Venecia!!!!!!!

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  4. El Puente de los suspiros! Mi Nono era pintor, recuerdo que uno de sus mas lindos cuadros era esa imagen. Aun conservo las postales pintadas a mano: Chiesa della Salutte, Torre dell'Orologio... Gracias por el recuerdo.

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  5. Mi recuerdo de Venezia está matizado por el dolor intenso que la humedad le generó a mi dedo martillo del pié izquierdo.La ciudad más atípica que se puede conocer. Dejando Venezia se me acabó el dolor.Me queda pendiente una reconciliación con ella.
    Bonitos tus recuerdos.

    Saludines desde Ñuñoa

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  6. Me encanta remover todos sus recuerdos! gracias por darse el tiempo.

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  7. soy de los que creen que la mejor plata gastada es la viajada, me gustaría tener la oportunidad de viajar con mi mamá, se que nos uniría más... me agrada que su viaje lo haya hecho con su hijo

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  8. vietato enojarse con Venecia!!

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