Pensé que era muy justo comenzar hablando del importante rol que cumple la comida cuando uno está de viaje. Claro, dependiendo el destino, uno se puedo frotar las manos para probar algo rico, en la cuna de su origen, o bien prepararse de antemano para comer con los ojos cerrados si la cultura es muy distinta y uno no quiere saber qué es lo que debe engullir para sobrevivir. La comida puede llegar a estresarnos cuando pensamos que al desconocer las condiciones de manipulación, puedes enfermarte con ella e incluso en los peores casos, puedes morir de inhanición porque puede ser muy cara y sólo llegas a mirarla por las vitrinas e imaginarte lo bien que sentaría en tu guatita ; (
En fin, como provengo de familia de buenos comensales sibaritas (nieta de banquetero español), para mí la comida no es un trámite sino que forma parte del cuadro entero que uno más tarde conforma en sus recuerdos y por ello visitar Europa con especial detención en Italia tenía mucho de ese frotar de manos del que ya les hablaba.
Saliendo de Chile, uno come lo que le sirvan en el avión, pero esa comida es más que nada para matar tiempo y te entretienes mascando lo que venga sin mayor derecho a opción que el popular "chicken o meat" que te ofrece la azafata con una amplia sonrisa. Luego si el viaje es largo, cuando te sirven el desayuno, la bandejita te alegra más que nada porque sabes que vas llegando, así que da igual que el café tenga sabor a termo o que la omelette sea de huevos falsos, todo se acepta con agradecimiento.
Llegando a Alemania, nuestros jugos gástricos comenzaron a detectar la presencia de la buena mesa, el aroma de los pretzels recién horneados eran reconocidos por mis enzimas y la variedad maravillosa de panes de todos colores, salpicados de semillas y granos de todos los tipos me hacían sonreir. Pronto, las salchichas o mejor dicho las wurst aparecían en mi plato y con el frío reinante venían a cumplir el perfecto rol de mantenerme alejada de la hipotermia. Punto aparte merece la cerveza que en todas sus variedades y espesores era bienvenida en cada minuto, más como un plato aparte que como quita sed. Una delicia probablemente fermentada en calorías, pero en Deutschland no hay que dejar de probarla ya que no tiene comparación con los fanta shop que yo suelo hacerme en días de mucho calor : ) En Alemania, nos hospedó una queridísima amiga, Tania, ex compañera de colegio, quien por causas del corazón lleva 20 años viviendo cerca de Frankfurt, así que ella es la culpable de todas estas tentaciones, las que cuando pensamos estaban cubiertas llegaban recién a su cierre con el gran final. Su suegra, una típica Oma canosita de ojos claros y abrazos cálidos nos esperaba a tomar onces. Cómo puedo explicar los olores, sabores y texturas que habían en esa mesa. Cuatro kuchen de todo tipo me guiñaban el ojo reprochando mi operación de manga gástrica ja. Danke schön por esa experiencia, no podré jamás jactarme de cocinar un queque en mi vida NUNCA MAS!
España, bendita tierra. Con la vista de la Plaza Mayor de Madrid que se asoleaba tímidamente tras la lluvia, compartí la primera sangría y la primera paella de nuestra estada. Simplemente sin palabras, de hecho comienzo a salivar sólo de pensar en ello. A eso le siguió una pasada de infinitas tortillas de patatas, croquetas, bocadillos de jamón, papas alioli , turrón toledano y Oh my God...redoble de tambores: churros con chocolate para el frío. Creo que desde entonces me reconcilié con el frío. El crujir de unos churros y porras (churros un poquito más grande de esos que acá en Chile usamos para rellenar con manjar) en tu boca adobados en un chocolate espeso, aromático y tibio que te sonrosa de inmediato las mejillas, es la experiencia más cercana al cielo que en materia culinaria uno puede experimentar. De hecho creo que morí cuando las probé.
En fin, la comida en el viaje merecía un punto aparte, porque es preparada por la gente, por su gente, tiene historia, tradiciones y muchos secretos de familia. En ella se comparte amistad, cariño y por supuesto muchísimos recuerdos. Espero que las fotos que adjunto les impregnen aunque sea un poquito del sello de cada localidad que recorrimos y de cada momento en el que dijimos " Puta la weá pa´rica!!"
anto par mi eres lo maximo de entrete¡¡¡¡
ResponderEliminarSolo puedo decir que medio hambre! Super descripción creo que senti el olor de las comidas.. Cariños. Verin
ResponderEliminarQuiero mas detalles de la paella!! jaja me imaginé TODO y todas las comidas.. me doy cuenta que es una experiencia inolvidable... espero algun día compartir opiniones de mis propias experiencias
ResponderEliminarBuenisimo!!...
No te preocupes Kenita vendra una entrada especial en tortilla de patatas y paella, podras salivar tranquila!
ResponderEliminarQue bueno el relato, yo quiero ir, yo quiero estar en todos esos lugares y comer todo lo que dices y si tu lasagna se parece a la que probaron alla, en que topamos??, yo pongo el vino
ResponderEliminarno sé quien eres anónimo pero siempre el vino es bienvenido!
ResponderEliminarestupendo ahora me llevaste a Alemania donde viví mi época de intercambio..y c´reo que hata engordé leyendóte...o sea comi junto con uds!!!
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